Cinco mujeres guardias civiles vencen al reto de la Ruta de las Fortalezas en Cartagena

La secretaria nacional de la Mujer, Alicia Sánchez, relata la experiencia que vivió con otras cuatro compañeras.

por Ildefonso Garcia Ruiz

Varios momentos de la prueba. En la imagen superior izquierda, todo el equipo de cinco compañeras guardias civiles. Debajo, a la derecha, Alicia Sánchez celebra su llegada a meta.
Varios momentos de la prueba. En la imagen superior izquierda, todo el equipo de cinco compañeras guardias civiles. Debajo, a la derecha, Alicia Sánchez celebra su llegada a meta.

“Necesitaba saber que podría con ello, que mi mente estaba preparada para el reto de caminar 53 kilómetros en una ruta muy dura, con  más de 2.000 metros de desnivel acumulado subiendo y bajando montañas. Si la terminaba, significaría que mi cabeza está mejor de lo que yo creía”. La reflexión es de Alicia Sánchez, secretaria nacional de la Mujer en AUGC, quien el pasado 14 de abril culminaba con éxito, con otras cuatro guardias civiles de su misma promoción, la IX edición de la Ruta de las Fortalezas, una prueba que se disputa en Cartagena y que ya se ha hecho un hueco importante en el calendario deportivo nacional.

Junto a Alicia marcharon esa jornada Pilar Vidal, María Romero, Irene Vivas y Mónica García. Cinco mujeres guardias civiles que demostraron su gran preparación física y su sentido de equipo en una competición en la que tomaron parte más de 3.800 deportistas.

Alicia describe que, como acto previo a la salida, “hubo izado de bandera al son de la banda de música, allí estábamos todos firmes escuchando el himno de España, civiles y militares. Se ponía la piel de gallina. Éramos un tumulto de gente con camisetas coloridas, caras felices y muy buen ambiente, nosotras íbamos al final, me agobian los mogollones, salimos andando ligeritas, porque en los últimos años hay más andadores que corredores”.

"Empezamos las primeras cuestas hacia el Castillo del Moro, y a lo lejos ya se distinguía gente en la cima, ¡qué velocidad! En Sierra Gorda se formó un tapón en el punto de control y estuvimos paradas unos minutos, aprovechamos a quitarnos las chinitas de las zapatillas, dieron una bajada alternativa, íbamos la mitad por un lado y la otra por el otro, pero el equipo seguía junto".

"Subiendo al Monte del Calvario (le va el nombre que ni pintado), había escalones, cosa que algunos agradecieron, pero que a mí me rompía las piernas, porque prefiero las cuestas. íbamos cansadillas, tirando para arriba, cuando escuchamos salir música de los altavoces de la mochila de un chico, era “La Campañera”, y al mejor estilo karaokero que tenemos, nos pusimos a cantarla, ahora nos sobraban fuerzas subiendo entre jaleos y aplausos. Fue un momento muy bueno".

"Subimos y bajamos otros dos picos: Castillo de San Julián y Castillo de la Concepción. Desde ellos vimos unos paisajes preciosos de la Bahía de Cartagena, el mar y los picos que nos tocaría subir después de comer, era mejor no mirar, daba fatiga pensar en bajar para volver a subir. A lo lejos se distinguía el camino lleno de gente con sus camisetas de colores, ahí es donde te dabas cuenta de lo que quedaba por recorrer".

La comida fue en el kilómetro 30, dentro del casco urbano de Cartagena, en una plaza, rodeada de árboles y terrazas de bares, toda una tentación para abandonar la carrera a poco que flojearan las fuerzas, nos descalzamos un poquito mientras comíamos el sandwich y el donut, nos embadurnamos los pies de vaselina, nos colocamos todo y seguimos ruta hacia Navantia, atravesamos el puerto cómodamente pues era un camino llano, empezamos la subida a Galeras. No era mala de llevar, cuesta arriba pero camino bueno y ancho, un grupo de estudiantes nos jaleaban mientras subíamos, la verdad que se sube diferente con una sonrisa; nos cruzábamos con los que bajaban, el sello en tu cartilla, lo ponían arriba, llevábamos más de 40 km y no me lo podía creer, nos quedaban solo 13, ya no podía ser tan duro. Pero me equivoqué, quedaba Atalayas, un camino pedregoso estrecho y cuesta arriba en el que íbamos a 2km por hora, agarrándonos donde podíamos, viendo gente sentada y tumbada asistidos por personal de cruz roja".

"Estábamos cerca del final y a  muchos les faltaba hasta el aire, yo solo me torcí el tobillo en varias ocasiones, sentía un dolorcillo, pero hasta el día siguiente no vi lo que me había hecho, tenía un edema bastante grande que se fue con los días".

"La bajada no fue mejor, teníamos que ir frenando entre rocas y arena, resbalando, más de uno puso el culo en el suelo".

"Por fin bajamos a zona urbana, los últimos kilómetros, aunque llaneando, se hicieron muy duros porque resultaron ser más de 53 y una se mentaliza para ello, asi que dos kilómetros más se hacen interminables. Cuando por fin entramos en la  Escuela de Infantería de Marina 'General Albacete y Fuster', donde se encontraba la meta…aún quedaban unos metros, nos la habían puesto al fondo del patio. La veíamos, pero se nos hizo eterna la llegada. Por fin pasamos el arco de meta, orgullosas de terminar, hice volar la bandera de España que llevábamos en la que había grabado un tricornio mezclado con la protección de la cara de un casco cartaginés, todo un amuleto para el grupo".

"Me sentí fuerte, necesitaba esa sensación de poder con todo, ahora estoy segura que puedo enfrentarme a muchas cosas de las que antes no me creía capaz".

"Mi agradecimiento a todas las personas voluntarias que ayudaron a que la carrera funcionara, no nos faltó de nada en los avituallamientos, la amabilidad y el buen hacer de toda esta gente hicieron que fuera un éxito".

Y gracias a mis amigas, ese equipo de mujeres fuertes que han estado siempre a la altura de las circunstancias".

En el archivo adjunto puedes descargarte en PDF el artículo publicado en el último número de La Revista de AUGC.

 

 

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