Luis Miguel, el ‘héroe del pijama’: “Si hubiera tenido un chaleco individualizado, como reclama AUGC, me habría sentido más protegido”

El guardia civil que detuvo en plena noche a dos ladrones que habían entrado a robar en un bar junto a su domicilio es también vocal en el puesto gaditano en el que está destinado, y reivindica el trabajo de AUGC en la defensa de los guardias civiles en todos los ámbitos.

por Ildefonso Garcia Ruiz

Luis Miguel Larbi, en una de sus charlas en colegios e institutos ante los padres de los alumnos.
Luis Miguel Larbi, en una de sus charlas en colegios e institutos ante los padres de los alumnos.

Lo primero que te cuenta Luis Miguel Larbi cuando le preguntas por su actuación, que hace un par de noches sirvió para detener a dos ladrones que habían forzado una ventana para robar en un bar, es que se siente “un poco sobrepasado”: en menos de 24 horas ha atendido a numerosos medios locales y nacionales, y el teléfono no para de sonar. Pese a que admite que no está acostumbrado a esta exposición, con su buen humor gaditano, este guardia civil de 49 años entiende que la historia de un agente que se presenta en medio de la noche en bata y pantuflas para arrestar a dos chorizos en el bar de la esquina reúne los ingredientes idóneos para despertar el interés de los periodistas. “Yo ya me he quedado como el guardia del pijama –admite con su inconfundible acento gaditano-, pero más allá de la broma y la guasa lo cierto es que puse mi vida en riesgo”.

Paterna de Rivera –dice la Wikipedia- es un municipio español de la provincia de Cádiz, Andalucía. Está situado en la comarca de La Janda, y forma parte de la Ruta del Toro. Es una localidad eminentemente agrícola y ganadera, popular por ser uno de los lugares donde se cría el toro de lidia.

“Somos un pueblo pequeño, de unos 5.000 habitantes, y esto es como una gran familia, sobre todo en el barrio. Aquí nos conocemos todos. Esto es una piña”, explica Luis Miguel, que lleva destinado en la localidad desde hace 25 años. “Yo soy de Cádiz capital, pero me siento con el corazón dividido entre la Tacita de Plata y mi Paterna. Además, mi mujer también es paternera”.

Su teléfono sonó a las cuatro de la madrugada. Con el lógico sobresalto, Luis Miguel comprobó que era su vecino Francisco el que llamaba, el mismo al que alguna vez, cuando éste era un chaval de catorce años, tuvo que reñir más de una vez por circular sin el casco “o ir haciendo caballitos”, y que ahora regenta el bar ‘Jarano Los Clásicos’, así nombrado por acoger con frecuencia concentraciones de vehículos antiguos. “Me dijo que el propietario del local, que vive en la planta de arriba, le había avisado de que le habían entrado a robar, y no me lo pensé. Salí sin saber lo que me podía encontrar. Me dejé llevar por el corazón”, reconoce.

Hay que pensar rápido, así que Luis Miguel descarta perder tiempo poniéndose el uniforme. Contra los consejos de su esposa y su hija de trece años –“Cari, tú no te has casado con un albañil,  te has casado con un guardia civil”, responde él, "con todo el respeto a los albañiles, por supuesto", matiza durante la conversación-, decide actuar de inmediato. Se echa una bata sobre el pijama y aprovecha los dos bolsillos de ésta para guardar en ellos unos grilletes y una linterna. Descarta llevar la pistola, puesto que tendría que llevarla en la mano y ello podría empeorar las cosas. “Usé la diplomacia, porque más se consigue con miel que con hiel, siempre he pensado así a lo largo de mi carrera profesional”, recuerda.

De este modo, Luis Miguel cruza la calle y comprueba que, en efecto, dos barrotes de la ventana del bar han sido forzados, y dirige el foco de su linterna hacia el interior.

“Me identifiqué y les pregunté si eran de Paterna. Me dijeron que sí (luego se comprobaría que no eran del pueblo, aunque sí tenían amistades y algún familiar lejano en él), así que les dije que entonces me reconocerían la voz y sabrían que, en efecto, soy guardia civil”.

Finalmente, los dos ladrones permitieron que Luis Miguel les engrilletara a un barrote de la misma ventana que habían forzado, hasta la llegada de la patrulla que se hizo cargo de ellos.

Ahora los vecinos le llaman héroe y le pronostican que alguna chirigota ya le estará montando un pasodoble para el próximo Carnaval de Cádiz. “Pues si es así, encantado, porque yo el Carnaval lo llevo en la sangre”, afirma.

Pero al margen del revuelo mediático provocado por su actuación, Luis Miguel Larbi es conocido por su labor divulgativa contra los peligros que corren los menores en Internet y sobre el acoso escolar a través de dos libros publicados en la editorial Círculo Rojo. El primero de ellos, titulado ‘Internet: peligros que corren nuestros hij@s’, lo escribió al darse cuenta en sus charlas en colegios e institutos como responsable local del Plan Director de que la mayoría de los padres desconocían los riesgos que acechaban a niños y adolescentes en el ámbito del cyberbullying, “una palabra que muchos ni siquiera conocían”, explica.

Su segunda obra, presentada a finales del pasado año, lleva por título ‘Acoso escolar’, y en ella recoge de primera mano cuatro testimonios reales de chicos y chicas que han padecido situaciones de acoso.

“Mi impulso a la hora de escribir estos libros ha venido dado más por mi condición de padre que de guardia civil”, admite.

Luis Miguel Larbi es, además, vocal de AUGC en el puesto de Paterna de Rivera. “Llevo en la asociación desde que se llamaba Coproper –recuerda-, y he visto cómo desde ésta se lleva luchando décadas por los derechos de todos los guardias civiles. No sólo por sus condiciones económicas, que son muy importantes, sino también por todo aquello que pueda dignificar nuestro trabajo y situación sociolaboral. Por eso me indigna ver cómo desde otras organizaciones o entre los compañeros se ataca a AUGC y sus representantes, sin entender el estrés que acarrea su responsabilidad”.

Luis Miguel remata su reflexión con un ejemplo de la importancia de la amplitud de las reivindicaciones de AUGC, más allá de su trabajo para conseguir la equiparación salarial: “Si yo hubiera tenido en casa un chaleco antibalas individualizado me lo habría puesto debajo de la bata antes de salir de casa, y me habría sentido mucho más protegido. Esto es AUGC, una asociación que defiende a todos los guardias civiles en cualquier ámbito”.

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