Los agentes del GRS de Sevilla desplazados a Cataluña no perciben el plus económico que sí cobran sus compañeros procedentes de otras zonas

Es fácilmente imaginable el descontento y desmoralización que cunden entre estos guardias civiles, que además de estar desplazados fuera de su lugar habitual de residencia, lejos de sus familias, afrontan un trabajo cargado de tensión que les obliga a permanecer alerta las 24 horas del día.

por Ildefonso Garcia Ruiz

GRS de la Guardia Civil en Cataluña.
GRS de la Guardia Civil en Cataluña.

AUGC ya denunció a comienzos de año que los guardias civiles que permanecían desplazados a Cataluña desde otros puntos de España una vez finalizada la operación Copérnico habían dejado de percibir el plus económico que conllevaba el citado operativo. Esto suponía que, manteniendo el mismo ritmo de trabajo anterior —las mismas horas, con los mismos escasos permisos e igual disponibilidad—, debían afrontar esta situación con apenas 27 euros diarios de dieta para afrontar las tres comidas del día, privados así del incentivo que les compensaba por estar fuera de sus hogares y por estar disponibles las 24 horas del día, igual que lo estaban sus predecesores.

Pese a que esta situación pareció solucionarse momentáneamente, de nuevo hay compañeros que se encuentran con la misma situación que la denunciada en su momento por AUGC. En concreto, se trata de agentes pertenecientes al GRS de Sevilla, que el pasado 27 de marzo eran reclamados para desplazarse durante diez días a Cataluña en unas condiciones similares a las  que se disfrutaran durante la citada Operación Copérnico.

Ante este nuevo requerimiento los guardias civiles nuevamente se prepararon para cumplir su misión; incluso hubo guardias civiles que, renunciaron a sus descansos y a sus días de vacaciones de Semana Santa, se ofrecieron voluntarios para este servicio. De nuevo los agentes del GRS aceptaban el sacrificio y el riesgo, y dejaban atrás sus hogares para marchar hacia Cataluña.

Pero su sorpresa es mayúscula cuando, justo antes de salir hacia Cataluña, cuando ya tenían el equipaje y todo su material cargado en los coches oficiales para marchar, les comunican que todo lo anunciado respecto a las dietas y al alojamiento había sido un error, que se hospedarían en las dependencias de la Comandancia de Barcelona, y que lo único que cobrarían sería la manutención -nada de alojamiento-, unos 27 euros por día. Ante la argucia utilizada comienza a extenderse el disgusto entre los agentes del GRS, por lo que al mando, tras reafirmar que el anuncio original había sido fruto de un error, le tocó defender lo indefendible, que nadie podía sentirse engañado. De nuevo el sacrificio y abnegación de los guardias civiles eran recompensados con el atropello a sus derechos. 

Por si fuera poco, estos guardias civiles, una vez llegados a Cataluña, se vieron alojados en cuartos de pequeñas dimensiones compartidos por cuatro agentes, baños en mal estado oliendo mal, servicio de limpieza inexistente, etcétera.

Su jornada laboral tampoco está siendo una excepción, y no se les indica ninguna planificación de servicio para conocer su horario de trabajo y el derecho al descanso, y el segundo día de trabajo los reúnen para decirles que en los diez días que van a permanecer allí no van a librar ningún día, a lo que hay que sumarle que hay compañeros que ya van sin librar la semana anterior.

Los días van pasando con la mirada puesta en su día de regreso, el viernes 6 de abril. Pero es el día anterior, 5 de abril, cuando los reúnen para comunicarles que no regresan con sus familias, y que se quedan una semana más, “en principio”.

Es fácilmente imaginable el descontento y desmoralización que cunden entre estos guardias civiles, que además de estar desplazados fuera de su lugar habitual de residencia, lejos de sus familias, afrontan un trabajo cargado de tensión que les obliga a permanecer alerta durante las 24 horas del día. Todo ello con una dieta tan escasa que les obliga a completar de su propio bolsillo una alimentación digna, dado que en una ciudad como Barcelona esos 27 euros diarios difícilmente cubren esa necesidad, además de tener que alojarse en condiciones precarias.

Ante todo esto lo único que solicitan los compañeros es que tengan unas condiciones dignas como cualquier agente de policía en España, sabiendo sus servicios y horarios con anterioridad, sabiendo sus descansos semanales, vivir en unas instalaciones limpias y adecuadas, en las que ya que ya que están fuera de casa, se puedan sentir cómodos. Y sobre todo recibiendo unas dietas adecuadas, ya sea IRE u otro concepto que les permitan pagar todos los gastos que se les genera allí. Ellos tienen constancia de que los compañeros de otros grupos que permanecen allí no están en las mismas condiciones ni laborales ni económicas.

Para AUGC, resulta indigno que estos trabajadores deban ejercer su función en estas condiciones, sin que el Gobierno reconozca como se merece su labor diaria.

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