EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN: ASÍ LO HE VIVIDO YO

Articulo de opinión por Juan Antonio Delgado Ramos, Guardia Civil de la escala básica y portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles

por Administración AUGC

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El drama de la inmigración: Así lo he vivido yo

Por Juan Antonio Delgado Ramos,  Guardia Civil de la escala básica y portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles.

Vaya por delante mi repulsa y condena más rotunda a esos guardias civiles que, escudándose en su uniforme, violan las leyes, dan la espalda a quien lleva la razón o se la dan al poderoso aunque éste no la tenga. A esos que no han socorrido al necesitado cuando se lo han requerido o a los que piensan que con una denuncia van a solucionar todos los problemas del mundo y prefieren la “mano dura”.

En los años que llevo como Guardia Civil he conocido injusticias cometidas por algunos que decían ser compañeros. No es difícil llegar a la conclusión, que esas actitudes forman parte de la condición humana y que garbanzos negros hay en todos los sitios. No sé es bueno o malo por ser Guardia Civil, esa condición ya la llevamos cuando con apenas veinte años entramos en la academia. 

Desde que ingresé en el cuerpo, hace más de veintidós años, cada vez que he observado alguna de esas actitudes, lo he denunciado. Llevo años haciéndolo desde dentro, desde la propia Guardia Civil. Y a veces, mis disgustos me han costado. Pero si de verdad te gusta tu trabajo, tienes que acabar con los cánceres que hay dentro, sanearlo y erradicarlo, en nuestro caso, tratándose de una institución como lo es la Guardia Civil, un servicio público de seguridad ciudadana, sería democratizarla y modernizarla y hacer una policía que atienda las necesidades del pueblo, el que con sus impuestos nos paga.

Por suerte o por desgracia, o simplemente porque he elegido esta profesión, por ser de Cádiz y por estar realizando mi trabajo en mi tierra, conozco muy de cerca el fenómeno de la inmigración. Y cuando digo conozco, no me refiero tan sólo al trabajo que me toca realizar como agente de seguridad pública. Conozco historias de primera mano, conozco personas, situaciones desagradables, amargas y algunas dantescas. Y doy fé que no soy el único, somos muchos los compañeros que conocemos este drama.

Yo he visto aparecer cadáveres de personas flotando en la orilla del mar (inmigrantes), he visto a mujeres embarazadas a punto de dar a luz montadas en una frágil embarcación y que, a pesar de todo, estaban contentas al ver como su patera se acercaba a la costa, a punto de llegar al que creen su paraíso, imagínense la dureza de su propia vida. He visto a niños con pocos meses llegar vivos milagrosamente y a alguno me ha tocado darle un biberón. He vivido la desagradable historia en la que una madre se había ahogado en esa dura travesía y su hijo de apenas meses había sobrevivido gracias a otros inmigrantes. He formado parte del operativo que buscaba supervivientes de una patera que se había hundido con todos sus integrantes a bordo y con ellos sus sueños, sus ilusiones y sus penas.

He recorrido andando kilómetros de esas playas de Cádiz que en verano se llenan de turistas que llegan buscando su agua cristalina, su fina arena y en algunos casos, su estado casi salvaje. Esas mismas playas que son la esperanza de miles de inmigrantes cuando la ven desde la patera en la que llegan; ellos no miran la playa, ven la costa, sus sueños, sus ilusiones. Las he recorrido ante la llamada de un ciudadano que había avistado una patera. Y al llegar he visto esa primera mirada perdida de estas personas, exhaustas, hundidas. Con la alegría de haber llegado y con la tristeza de lo que dejan atrás: su familia, su tierra, todo. Y también se me ha escapado una lágrima.

He visto un Cuartel, como el de Barbate, en Cádiz, lleno de esas personas, cuando aún no existía ni tan si quiera un lugar donde llevarlos tras su llegada. He visto cómo las familias de los agentes han bajado con ropa seca y con comida y tras pasar las primeras horas parecían como si se conocieran de toda la vida. He visto a personas del pueblo como se acercaban al cuartel a preguntar si había llegado una patera de “negritos” con bolsas repletas de comida, mantas, ropa, de todo. Y como siempre, el que menos tenía era el que más ofrecía. Incluso algún compañero ha ofrecido su bocadillo a algún inmigrante. Y también he visto a periodistas dejar por un rato su cámara y ponerse un peto de cruz roja para echar una mano cuando han visto que estábamos desbordados. Luego han escrito sus mejores crónicas, no hay nada como vivirlo en primera persona para que te salga desde lo más profundo ese relato humano y comprometido.

He visto a compañeros del Servicio Marítimo tirarse al agua a rescatar a inmigrantes. Un gesto muy valiente que sólo puede hacer una buena persona debido el riesgo que conlleva sumergirse en el agua para rescatar a muchas personas en medio del estrecho; los nervios y el descontrol pueden hacer peligrar la vida de propio rescatador. Pero lo han hecho sin que nadie les obligara.

En muchas ocasiones, hacemos más de lo que podemos, porque son personas y hasta el último intento nos parece poco. Y lo hacemos con pocos y rudimentarios medios, sin protocolos de actuación, sin normas claras, con la presión a veces de algunos mandos y otras de los políticos de turno, con el sueldo más bajo de todas las policías de España, sin una jornada laboral regulada, con nuestros derechos recortados, con un carácter militar en el que prima la obediencia debida y se castiga al que piensa por si mismo, tiene ideas propias y se atreve a expresarlas, sobre todo cuando van en contra de acabar con los privilegios de algunos, aunque ello repercuta en beneficio de una mejor organización y operatividad de la Institución y por ende, de los ciudadanos.

He visto cómo algunos políticos han utilizado la inmigración para decir que con ella aumenta la delincuencia y nos quitan el trabajo y a otros que se dicen progresistas instalar concertinas en las vallas. Al final a unos y otros parece que lo que más les preocupa es que al final de año las cifras de inmigrantes llegados sean menores, para decir “nosotros estamos acabando con el problema de la inmigración”. Luego venden esa historia a algunos periodistas que lo adornan y la publican en sus periódicos.

Hoy quiero hacer una crítica constructiva a algunos periodistas. Y por supuesto que no pretendo generalizar, en la guardia civil también hay de todo; unos pocos a los que les gusta hacer daño y la inmensa mayoría que somos gente honrada y profesionales. Desde luego que es beneficioso para la sociedad denunciar todas las ilegalidades que se comentan desde los diferentes ámbitos, y más si estos se producen desde la propia administración, pero sin caer en la generalización de todo un colectivo ni de convertirse en el buitre de turno para sacar la foto sensacionalista y ganar dinero.

Los periodistas también pueden presentar denuncias antes los órganos judiciales, si solo se queda en la foto, entonces puede parecer que eso es lo que iban buscando. Y por supuesto, no dejen de fotografiar esas miradas de la que les hablaba, pónganle cara a la inmigración. Y no dejen de contar las historias personales de los inmigrantes, pónganle nombres y apellidos, porque los tienen. Y cuando asistan a las ruedas de prensa de los políticos, pregúntenle y si es necesario pónganle la cara roja. Creo que esa es también una buena forma de concienciar a la sociedad de que la inmigración es un drama al que hay que poner una solución entre todos, no sólo elevando las vallas.


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