LA FELONÍA DEL JEFE DE LA COMANDANCIA DE CADIZ CON EL GRUPO MARÍTIMO DEL ESTRECHO

por Administración AUGC

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El Grupo Marítimo del Estrecho de la Guardia Civil, ese que Rubalcaba anunció en el puerto de Cádiz con un acto castrense y el máximo protocolo que la situación exigía para gloria de políticos y mandos de la Guardia Civil, ha sido torpedeado y seriamente dañado, y sus dependencias así como sus efectivos, desahuciados y desalojados con el mismo tacto que se usa para expulsar una plaga de ratas. En Abril comenzó este grupo su singladura, con el objetivo, como dejó expuesto el ex ministro de Interior, de reforzar la vigilancia marítima para hacer frente a las mafias de la inmigración y el narcotráfico. Palabras que todos los medios de comunicación plasmaron en su día, y que no se escatimaron para dar todos los detalles de un grupo que, mandado por un comandante, y una dotación inicial de 32 efectivos, aumentaría la capacidad operativa del Instituto Armado en el Mediterráneo y en el Océano Atlántico. Cuatro meses después, el coronel jefe de la comandancia de Cádiz, ciudad en cuyo puerto radica la base del grupo, ordena, sin previo aviso y de la forma más infame e indigna que pudiera tener una persona que ejerce el mando para con sus subordinados, el inmediato desahucio y desalojo de las dependencias de todo el material perteneciente al Grupo Marítimo del Estrecho y a las personas allí destinadas. Parece ser que el jefe de la comandancia de la Guardia Civil, una vez cosechados todos los méritos que se ha podido arrogar ante los políticos del ramo, ante la prensa, mandos, e incluso familiares en las incondicionales fotos, ha decidido que ya no era necesario el escenario y ha decidido por cuenta propia desmontarlo acabada la fiesta. Si el fondo parece bastante oscuro, las formas son de lo más opacas. Aprovechar que el personal afectado se encontraba navegando, para enviar un grupo que sin miramientos extrajo enseres, material informático, ropas, todo tipo de escritos relacionados con los servicios, etc...., dejándolo todo depositado en el interior de un vehículo como si de la tartana de un buhonero se tratase, a la espera de que lleguen sus titulares a buscar una nueva ubicación.

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