Entrevista a Lorenzo Silva, que publica nueva novela de la saga Bevilacqua y Chamorro “Un guardia civil no es un soldado: el trabajo policial puede ser muy tenso, pero no es la guerra”

“Mi razón para elegir a guardias civiles como protagonistas de una serie de novela policíaca fue fundamentalmente literaria y debido a su ausencia de la ficción española”. “Trabajar durante veinte años en novelas protagonizadas por guardias civiles me ha cambiado totalmente mi percepción sobre ellos”. “El balance general de los años de asociacionismo profesional en la Guardia Civil es positivo para la institución, para los guardias civiles y para las propias asociaciones”.

por Ildefonso Garcia Ruiz

Foto Lorenzo Silva
Foto Lorenzo Silva

LORENZO Silva (Madrid, 1966) cuenta con la distinción de Guardia Civil Honorario “por su contribución a la imagen del cuerpo”. No en vano, la saga que protagonizan el brigada Rubén Bevilacqua y la ya sargento Virginia Chamorro se ha convertido en uno de los fenómenos literarios más relevantes de los últimos veinte años en España. Desde la publicación de El lejano país de los estanques, en 1998, hasta la última entrega de esta serie, Lejos del corazón, publicada el pasado 24 de mayo, estos dos guardias civiles han compartido una intensa vida profesional a lo largo de nueve novelas, entre ellas El alquimista impaciente, por la que obtuvo en 2000 el Premio Nadal. Otra de las obras, La marca del meridiano, le valió en 2012 el Premio Planeta.  Al margen de esta serie, Silva, que estudió Derecho y ejerció como abogado de empresa, es autor de otras novelas como La flaqueza del Bolchevique, numerosos relatos, artículos y ensayos que le han valido un amplio reconocimiento internacional.

Buena parte de su obra la integran las novelas policiales que protagonizan los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. ¿Cómo se le ocurrió crear estos personajes?

Hay gente que piensa que los inventé con un afán de reivindicar la Guardia Civil, una institución con la que en el año 1995, cuando escribí la primera novela, yo no tenía ninguna relación y un conocimiento bastante somero. Yo era abogado en ejercicio y alguna vez me había relacionado con algún guardia, pero no era penalista. En mi familia no había guardias civiles, salvo mi tío abuelo Antonio, que lo fue en la II República. Yo nací en el 66 y a él le conocí ya como empleado de la Campsa. Servir a la República naturalmente tenía su precio y a mi tío abuelo primero lo condenaron a muerte, en el año 37, y luego le echaron de la Guardia Civil. Mi razón para elegir a guardias civiles como protagonistas de una serie de novela policíaca era fundamentalmente literaria y debida a la ausencia de los guardias civiles en la ficción española. El guardia civil no era un personaje de la ficción española, era un secundario, generalmente grotesco o siniestro, pero no era nunca un personaje protagónico.

¿Cuál es el atractivo de un guardia civil como material literario?

Cuando eres escritor buscas la originalidad, y me dije: “Estos personajes están sin explotar, ningún escritor se ha atrevido y esto es una oportunidad”. Había un campo por explorar, sobre todo cuando, realmente, el guardia civil es un personaje natural de novela negra. Es un policía que desarrolla funciones de policía judicial, por lo tanto de investigación criminal, y lo hace además desde 1844, porque hay quien piensa que es desde hace 10 años, pero esas funciones las desarrolla desde su fundación. Creo que esa fue la razón y la primera novela fue un experimento: voy a jugar con unos personajes a los que nadie se ha acercado, a ver qué pasa.

¿Cómo se documentó para crear estos personajes? ¿Cambió mucho su forma de pensar sobre el trabajo de la Guardia Civil a medida que iba conociendo sus medios, sus condiciones laborales, etcétera?

Cuando escribí la primera novela tenía alguna ventaja, era abogado en ejercicio y sabía cómo funcionaba la jurisdicción penal y cuál era el papel real del guardia civil, pero creo que fue a partir de la segunda cuando empecé a acercarme un poco más al funcionamiento profesional o técnico de la policía judicial.  Desde ese momento se empezaron a poner en contacto conmigo guardias civiles ofreciéndome su experiencia y, a estas alturas, he bebido y me he aprovechado, en el buen sentido, de la experiencia de cientos de guardias civiles. A través de esas experiencias concretas aprendes muchas cosas. Mi forma de pensar cambió radicalmente. Lo cierto es que trabajar durante veinte años en novelas protagonizadas por un guardia civil ha cambiado radicalmente mi percepción de la Guardia Civil, de la labor policial, de la investigación criminal, de la delincuencia y de la sociedad. He empezado a ver muchos problemas desde un ángulo que seguramente nunca habría adoptado de no haberme acercado a un personaje que fuera guardia civil. He aprendido mucho porque he tenido mucha suerte.

Desde ese conocimiento adquirido en sus novelas ha hecho algunas referencias al asociacionismo profesional...

Es verdad que hay alguna referencia: gente que se refiere críticamente al asociacionismo; gente que lo invoca e incluso aparece algún personaje que es miembro de alguna asociación y que mantiene algún pulso dialéctico con quien tiene una percepción negativa del asociacionismo. Y es verdad que Bevilacqua y Chamorro, que son los dos personajes principales, están un poco de perfil, no están muy significados. Chamorro es muy militar: es hija de militar. Y Bevilacqua es un verso suelto. Es un tipo que va muy por libre. Es muy individualista y adopta una posición más o menos prudente. Pero eso es la ficción y esos son los personajes.

¿Y cuál es su propia visión?

Creo que, de entrada, el asociacionismo era un cuerpo extraño en la institución militar, y casi automáticamente generó anticuerpos como si se tratase del cuerpo humano. Con el paso del tiempo se ha producido por parte de la institución una adaptación a la realidad, porque ese cuerpo extraño no iba a dejar de estar ahí por más que alguno no quisiera, y además era importante. A su vez, por parte del asociacionismo ha ido calando una percepción primero de su papel, de que empezaba a tener una existencia también institucional. La evolución en el tiempo ha cambiado un poco la situación de partida. Digamos que al principio yo percibía mucho rechazo por parte de los elementos más tradicionales de la institución, que pensaban: “A ver si esto desaparece pronto”; y quizá por parte del asociacionismo, como reacción a ese rechazo, se daba mucha beligerancia contra esos elementos. Creo que el tiempo ha ido limando todo y que los miembros más insertos en la institución y en sus valores tradicionales se han ido acostumbrando a coexistir con lo que hay, y cuando uno se acostumbra también empieza a verle sus aspectos positivos. Una vez que el asociacionismo ha dejado de sufrir ese rechazo visceral ha entrado en otras dinámicas menos reactivas, y a lo mejor más contributivas y proactivas. Creo que en ese sentido es una evolución saludable, y que el balance general de los años de asociacionismo en la Guardia Civil es bueno para la institución, bueno para los guardias y bueno para el propio asociacionismo.

¿Ha recogido o piensa recoger en sus novelas las carencias y falta de derechos que afectan a los trabajadores de la Guardia Civil?

En algún momento lo he hecho. Los protagonistas u otros se quejan, bien de los servicios, bien de la falta de medios o de cobertura. Estoy pensando en la última novela (Lejos del corazón, a la venta desde el 24 de mayo.) y hay un momento en el que Bevilacqua y Chamorro van a cenar y se piden un vino blanco. Teóricamente están todavía en una investigación y, además, al día siguiente tienen que haber una intervención, y dicen: “Hoy ya hemos superado en no sé cuántas horas la jornada y el martes de esta semana superamos todas las horas que deberíamos haber hecho durante esta semana, así que nos podemos tomar un vino blanco aunque tengamos que seguir abriendo papeles”.

¿Qué le parece que un guardia civil todavía gane menos que otros policías?

Es verdad que durante mucho tiempo los guardias han estado mal pagados para el riesgo que asumen, para la autoridad que ejercen y para la responsabilidad que se les encomienda. Hay una cosa que hay que tener en cuenta. Desde 2008 para acá, la sociedad española ha sufrido una depauperación brutal en muchos sectores de actividad, con pérdidas de renta de hasta el 60%. Los guardias civiles son servidores públicos que viven de los impuestos de los ciudadanos y muchos ciudadanos con familia están viviendo con mil euros o menos. Esa es la cruda realidad española de hoy, que es absolutamente injusta, denigrante y un fracaso de toda nuestra sociedad, pero es la realidad. En todo caso, sí que hay discriminación con respecto a otros cuerpos  policiales que yo soy incapaz de entender porque no veo que esos cuerpos asuman más responsabilidades ni se fajen más en defensa de los derechos, libertades y la seguridad de los ciudadanos y del Estado. Incluso, a veces, es al revés.  

¿Qué aspectos encuentra novelables respecto a la fuerte jerarquía y el Código Penal Militar que se aplica a los guardias civiles?

La cuestión de la jerarquía me interesa mucho. Es verdad que, cuando alguien la entiende mal, puede convertirse en una suerte de caciquismo aristocrático, pero también es verdad que tiene unos valores y un envoltorio institucional que permite, al menos teóricamente, que cuando alguien abusa, se pueda acudir a otra instancia. En relación con la jerarquía existe un malentendido que no se puede producir: pensar que un guardia civil es un soldado. Un guardia civil es un agente de la autoridad, un profesional cualificado al que no se le puede tratar como a un soldado o un infante, porque su función no es esa. El Código Penal Militar está pensado para la guerra y, y el trabajo policial puede ser muy tenso y en algún momento tener sus dosis de riesgo y presión, pero no es la guerra.

Al situar como coprotagonista de sus relatos a una mujer, la hoy ya sargento primero Chamorro, ¿era consciente de la escasa presencia femenina en la Guardia Civil y de la desigualdad que sufren las mujeres todavía hoy?

Claro que era consciente. Empecé a escribir sobre guardias civiles en el año 95. Si no me engaño, las mujeres llevaban entonces seis años, escasamente, en el Cuerpo, con lo que su presencia, en las primeras novelas, se advierte mucho. Era una presencia percibida como anómala por mucha gente a su alrededor que podía pensar: “Tú no deberías estar aquí”; y ella se enfrenta a esa sensación. A medida que pasa el tiempo, también asciende, gana experiencia y se normaliza la presencia de la mujer en la Guardia Civil, no se la ve tan presionada. Pero yo la he mantenido siempre bajo presión. La sensación, que yo tengo todavía hoy es de que, primero, la mujer ha tenido en la Guardia Civil -y la institución se  debería preguntar por qué- una penetración inferior que en la Policía e incluso las Fuerzas Armadas; y, segundo, que tiene una presencia todavía menor en determinadas unidades, y no por falta de cualificación, porque a veces sucede que mujeres cualificadas abandonan su trabajo buscando otros, ya que de esa forma tienen una mayor posibilidad de llevar adelante su vida, por ejemplo su maternidad. Creo que la institución tiene pendiente una reflexión sobre cómo no está siendo capaz de atraer, no voy a decir más mujeres, que también, sino más talento femenino, porque ahora mismo lo que realmente te da fuerza y capacidad de actuación es el talento, y talento femenino en nuestro país hay mucho, hay tanto que tres cuartas partes de las nuevas promociones de jueces son mujeres. Ese talento no está llegando a la Guardia Civil.

En 2010 fue distinguido como Guardia Civil Honorario por su contribución a la imagen del Cuerpo. ¿Cree que la sociedad percibe una imagen real de los guardias civiles?

Los medios de comunicación transmiten la punta del iceberg de todo, no solo de la Guardia Civil y digamos que la percepción social siempre es simplificada y tiende a renunciar a la complejidad; eso no quiere decir que sea necesariamente falsa, aunque solo veas esa punta del iceberg. La sociedad española es compleja y está dividida. Hay una parte que sigue sin ver a la Guardia Civil, como si tuviera unas anteojeras o una impronta de prejuicios que le impiden percibir la realidad compleja y diversa de la Guardia Civil actual. Pero muchos otros tienen una percepción que, sin ser profunda, tampoco es radicalmente errónea. Por ejemplo, creo que una mayoría percibe a los guardias como unos servidores públicos bastante eficaces y abnegados y eso es bastante real; también ha empezado a percibir que los guardias no están todos cortados por el mismo patrón, cosa que antes no tenían tan claro.  Mucha parte de la sociedad también se ha dado cuenta de que la Guardia Civil es una realidad socialmente problemática, un colectivo con sus dialécticas y sus tensiones.

¿Planea más novelas con Bevilacqua y Chamorro? ¿Qué les deparará el futuro?    

Empiezo por la segunda pregunta, que es la más fácil: la jubilación. Aunque como la ley cambia cada tanto, cuando llegue ya veré cuándo les echan, pero se jubilarán como cualquier trabajador y servidor público. De momento, intentaré sacarles el jugo. Mi última novela, Lejos del corazón, está ambientada en el Campo de Gibraltar, pero no va sobre el narcotráfico -aunque sí de una industria que éste desarrolla mucho como es la el blanqueo-, sino de un secuestro y de la ‘ciberdelincuencia’. Tengo otras tres novelas en la cabeza. Publico cada dos años así que la siguiente saldrá en 2020.                                    

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